Relaciones de dependencia emocional o síndrome de Artemisa

Nadie está a salvo de sufrir por amor. Nos han enseñado que amar a otra persona y construir con ella es necesario, innato, casi destino. Los medios de comunicación, las familias, las amistadas, la música, el cine y todas las expresiones culturales y sociales nos atraviesan con la necesidad de encontrar el amor y conservarlo.

Los seres humanos, y más en mayoría las mujeres (las personas socializadas como hombres o como mujeres no hemos tenido el mismo aprendizaje sobre el amor. No nos han enseñado de igual forma que significa amar y ser amadas). Las personas socializadas como mujeres hemos sido educadas para colocar el amor como lo central en nuestras vidas convirtiéndonos en las principales sostenedoras de los vínculos. Eso promueve que nos sintamos más responsables de resolver todo lo relacionado con la vida cotidiana y relacional. Se nos socializa para potenciar nuestra capacidad de cuidado y para poner las necesidades de las demás personas por encima de las nuestras. Las personas socializadas como hombres no aprenden que el amor es lo central de su vida, ni se les potencia la capacidad de cuidado, al contrario se les enseña a dejarse cuidar y a saberse merecedores de amor. (sé que estoy generalizando y que afortunadamente estos mandatos van cambiando a lo largo del tiempo) pero a grandes rasgos hay estas tendencias y claro, nos hace ser mucho más vulnerables a la dependencia emocional, a esperar cosas y actitudes del otro que no están pasando y que no van a pasar.

Nos sacrificamos por amor, nos dejamos anular, perdemos nuestra libertad y perdemos nuestras redes sociales y afectivas. Incluso como en el síndrome de artemisa podemos perder la vida en pos del amado. Y todo porque pensamos que el amor no tiene que ver con las relaciones en concreto. Es decir podemos querer a una persona que te ignora, no te da los mínimos, te trata mal. Esa idea de que el amor en mayúscula nada tiene que ver con lo que ocurre en las relaciones concretas nos genera gran confusión a la hora de sentirnos bien querida o como saber si queremos a alguien. Y por amor o esa idea romántica del amor, parece que nos sacrificamos, nos dejamos anular, perdemos nuestra libertad, perdemos nuestras redes sociales y afectivas.

Y es que parece ser que si te enamoras no puedes hacer nada para evitarlo, que todos nos enamoramos de la misma manera y es algo incontrolable y además maravilloso. Aprendemos que enamorarse es algo ajeno a nuestra voluntad, que no podemos hacer nada para evitarlo que es casi una cuestión de magia y conexión.

¿Y si te digo que no? Que la conexión potente, bonita y vital que sientas con alguien no justifica el tipo de relación que quieres tener. Que lo que tú quieres tiene que estar por encima de la conexión. Y que hay unos mínimos en una relación que no pueden ser negociados. Que puedo separarme y decir no estando enamorada, y que puedo tomar decisiones coherentes aun estando intoxicada por amor y sobre todo utilizar el sentido común para no meterme en relaciones que no me hacen feliz o que no me llevan a ninguna parte. Que puedo elegir como quiero vivir mis relaciones, sabiendo que hay algunas creencias y patrones que puedo transformar para no elegir mal.

Me pregunto cómo hubiera sido mi vida en relación a las relaciones de pareja si me hubieran dicho que yo puedo elegir el tipo de relación que quiero tener, que puedo resolver muchas cosas de mi apego ansioso y que los mínimos no se negocian.

¿Cuáles son los mínimos para mí en una relación?

  • Disponibilidad: el otro tiene que estar disponible y eso implica muchas cosas.
  • Coherencia: entre lo que se dice y lo que se hace.
  • Correspondencia: yo te doy y tú me das, más o menos un equilibrio entre esas dos cosas.
  • Interés: No tengo que imaginarme o buscarte siempre.

 

Y a pesar de que estén estos mínimos, la persona o la relación puede ser un no también para mí Pero al menos los mínimos tienen que estar y desde ahí me puedo plantear construir algo.

Porque cuantas veces nos lanzamos en una relación donde ya el cuerpo o las señales nos ha dicho que no y que no? ¿Cuantas veces justificamos la conducta del otro para encajar o que encaje en nuestro ideal? Esa forma de vivir, nos hace desconectar del aquí y ahora, del cuerpo, de lo que está pasando en realidad. Nos hace no ser honestas con lo que estamos sintiendo y necesitando (detrás se esconde una herida de abandono). Y saber que desde la honestidad es mucho más fácil construir relaciones basadas en la confianza, la sinceridad y la complicidad. Trabajar la honestidad con nosotras mismas es fundamental para crear relaciones auténticas, libres de violencia, dependencia, celos, engaños.

La honestidad en las relaciones de pareja nos permite conectar desde el centro de nuestra existencia. Desde ahí puedes decir quién eres, que necesitas que es lo que no quieres.

Hay estudios donde se pone de manifiesto que las personas más vulnerables emocionalmente manifiestan una ceguera hacia el otro, lo cual puede explicar esas ilusiones y expectativas no reales que generamos en nuestra cabeza.

Se ha comprobado que la dependencia emocional cursa con:

  • Sentimientos negativos (soledad, tristeza, abatimiento, desánimo, culpa, etc.)
  • Insatisfacción
  • Miedo a la soledad y baja tolerancia a la frustración y el aburrimiento
  • Así como un fuerte vacío emocional junto a deseos de autodestrucción

 

Las personas con signos de dependencia emocional presentan una manera de depender de una persona de forma subordinada, con un acusado anhelo irresistible de estar con la persona de la que se depende, tendiendo al desarrollo de un deseo de focalización en el otro y un gran olvido de una misma.

Asimismo, son personas tendentes a acomodarse en las relaciones dejando que sean otros los que decidan por ellos y desarrollan una escasa o nula conciencia de problema.

De este modo, con la etiqueta de Síndrome de Artemisa puede ser calificada la dependencia emocional al tomar como referencia simbólica el duelo de Artemisa, quien embargada por la enorme tristeza de la pérdida de su esposo mezclaba las cenizas de éste en sus bebidas diarias con lo que experimentaba un placer orgiástico y así se fue apagando gradualmente de duelo hasta su propia muerte.

“El amor es el opio de las mujeres, como la religión de las masas.
Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban.
Tal vez no se trata de que el amor en sí sea malo,
Sino de la manera en que se empleó para
Engatusar a las mujeres y hacerla dependiente,
En todos los sentidos.”
Kate millet